Cartas al Editor

Nuestra profesión, nuestra Sociedad: luces y sombras en estos tiempos

Estimadas/os Socias/os: 

En los últimos años el ejercicio de la medicina y también de nuestra especialidad se ha vuelto más compleja y eso no es una novedad para ninguno de nosotros. 

Los cambios que se producen en todos los aspectos de nuestra sociedad y la velocidad de los mismos hacen aún más difícil ejercer la tarea en el día a día. 

A priori lo que se pregona y se realza como un hecho positivo en otros aspectos de la sociedad, como es la universalidad de la información, la inmediatez de acceso a los servicios y las expectativas de satisfacción, o dicho de otro modo, la certeza casi “matemática” de que los resultados sean favorables no son del todo extrapolables al ejercicio de la medicina y en esta rama de la misma, como es nuestra especialidad. 

Entender hoy que los procesos biológicos duran su propio tiempo, que no podemos estar siempre disponibles las 24 horas y que en la vida a veces incluso haciendo todo lo humana y profesionalmente posible, las cosas pueden salir mal, es menos aceptado por el colectivo de la sociedad que en épocas anteriores. 

Se podría agregar a esto último otros aspectos a analizar, tanto de manera positiva como negativa, como la tan mentada crisis de valores, el aumento de la violencia de la sociedad y sus integrantes, la judicialización y comercialización de la medicina, el deterioro de la relación médico–paciente, el empoderamiento en derechos de los pacientes (léase en nuestro caso las mujeres), el ejercicio menos intervencionista en la obstetricia, entre otras situaciones que vivimos a diario. 

Frente a todo ello debemos a diario tratar de ejercer la mejor medicina. Nuestro aporte al cuidar la salud de las mujeres no sólo se centra en el conocimiento de la prevención y la patología, el entorno social y sus creencias, sino que está condimentado con otros componentes, que si bien siempre estuvieron presentes hoy se manifiestan y se verbalizan más explícitamente y en algunas oportunidades, sin el debido respeto hacia nuestro desempeño profesional. 

Allí es donde se corre el riesgo de la polarización de nuestras pacientes y su entorno, adoptando conceptos rígidos y esquemáticos, como por ejemplo: si no medicamos no tratamos; si no solicitamos un examen complementario especial es para no gastar recursos; así como también lo opuesto, por ejemplo la idea de que lo natural es igual a lo mejor y siempre bueno y digno, y por el contrario que el intervencionismo es siempre malo y a veces hasta “poco ético”. 

En lo que nos atañe, creo que uno de los riesgos de estos estereotipos es que los traslademos, como integrantes de esta sociedad en la que vivimos, a nuestro ejercicio profesional en primera instancia y al mismo tiempo a nuestra relación con los colegas. Frente a esta realidad, a veces adoptamos reacciones y actitudes como: “te medico aunque no lo necesites”, ”te pido tal o cual paraclínica aunque es un exceso”, o “acepto ciertas exigencias, aunque no las crea correctas, para tu salud”. O lo que creo más inconveniente aún, trasladamos estos claroscuros a la relación entre colegas. Si alguno trabaja en tal lado o hace tal o cual cosa es “más humano”, o “más ético” que si no lo hace. Nadie tiene atesorado en forma exclusiva el conocimiento, la vocación, el humanismo o la ética. No hay núcleo de pares, ni lugares, ni prácticas clínicas, ni discursos que las aseguren en todos los casos y situaciones. 

Pienso que esta realidad complica el desempeño profesional y la resultante de ello no es una mejor medicina y menos aún, mejores relaciones profesionales entre colegas.

Sin embargo, frente a este supuesto nuevo escenario que puede resultar algo caótico, creo que nosotros, los médicos, debemos ofrecer, tratar de dar y celosamente perseguir siempre los mismos objetivos y principios. Conocimiento y actualización del saber, empatía con las pacientes y su entorno, respeto por sus creencias y posturas frente a la salud y manejo ético profesional frente a la paciente y los colegas. 

Esto que parece obvio y simple no es ni más ni menos lo que más valoramos cuando nosotros depositamos uno de nuestros más preciados tesoros, como es nuestra salud o la de un ser querido, en las manos de un colega. Debemos esforzarnos en ser para nuestras pacientes la clase de médicos que esperamos para nosotros o para nuestros seres queridos. Debemos esforzarnos en aportar a nuestra comunidad lo mejor de nosotros, simplemente porque hemos hecho una opción, porque hemos tenido la oportunidad de hacerlo y a ella nos debemos. 

Creo profundamente —y quizás algunos vean un pensamiento naif en ello— que todos cada mañana nos levantamos para ejercer esta profesión, con la misma idea. En cada jornada laboral esperamos poder realizar la mejor tarea por nuestras pacientes, no tener complicaciones, disfrutar del ejercicio de nuestra vocación, ver colegas y compartir vivencias en un ámbito distendido de trabajo con los demás actores de la salud y además, poder vivir dignamente de ello. En este último punto, también quiero dejar clara mi postura: el ejercicio de la profesión debe ser correctamente remunerado de acuerdo a la capacitación, formación, desempeño y responsabilidad de la tarea. Estamos acostumbrados, en pro de nuestra cultura del ejercicio de la medicina, a las actividades médicas no remuneradas, en pro de la vocación de servicio. He aquí otro estereotipo que nos estigmatiza frente a la sociedad, entre nosotros mismos y que generalmente nos cuesta en lo personal y colectivo poder aceptarlo y manejarlo. La sociedad uruguaya tiene muchos ámbitos y organizaciones donde el voluntariado es uno de los principales valores, la profesión no debería hacerlo de manera obligada, sino cuando es una opción personal. 

Por eso entiendo que la Sociedad Ginecotocológica del Uruguay debe estar, como siempre lo ha estado, apegada a los estatutos y al cumplimiento de sus funciones y debe coyunturalmente hacer énfasis en fortalecer el crecimiento integral de y entre sus asociados para un mejor desempeño profesional y desarrollo humano. 

También la Sociedad Ginecotocológica del Uruguay, como una sociedad científica, debe representar a sus asociados de la manera que entienda es la forma más correcta para el colectivo. Pero no es una estructura tercerizada, a la cual por una cuota mensual se la contrata para que me forme, me defienda y me represente. Debemos hacer los máximos esfuerzos para que la Sociedad sea un lugar de crecimiento colectivo, donde nos encontremos y reconozcamos como pares. Tenemos una sociedad científica que es el espejo de cada uno de nosotros mismos, con nuestras luces y sombras. Procuremos que las luces sean cada vez más intensas, pero recordando que siempre habrá sombras aunque tratemos de atenuarlas. 

 

Dr. Gerardo Vitureira Liard
Presidente | Sociedad Ginecotocológica del Uruguay